Parte del proceso de discernimiento que un joven abraza es ver si la hermandad debería convertirse en su casa permanente, su “familia”. Una vez que haya hecho un compromiso de por vida con los Siervos de la Palabra, sus hermanos son las principales personas cuidando de él en la vida y en la muerte. Su familia siempre será su familia, pero su habilidad de ser parte de la vida familiar cambia, así como lo hace un hijo cuando se casa. Que tanto tiempo pueda continuar en ser parte de la vida de su familia depende de muchos factores como la proximidad, disponibilidad, y necesidad.